lunes, 17 de agosto de 2009

Champús Roxana exprimen el éxito de la castaña amazónica


Cuenta Roxana Pinto Suárez que, de niña, el peor día era en el que su madre masajeaba su pelo con aceite de almendras. 30 años después, descubrió que la tortura de su infancia es, ahora, una forma efectiva de ganarse la vida.
Roxana elabora dos tipos de champús y una crema de enjuague a base de castaña. Aunque pequeña, su empresa vende actualmente 3.000 unidades en Riberalta (Beni) y Santa Cruz.
“Comenzamos con los vecinos, con cuatro botellitas. Como el producto gustó, aumentamos la cantidad. Y así, en sólo tres años de trabajo, ya vendo el champú al por mayor”, agrega feliz Roxana.
La raíz de la idea
La empresaria cuenta que la idea nació hace cuatro años. “Sabe usted, yo siempre que iba al campo me daba cuenta que los viejitos no tenían canas. Su pelo era negrísimo, apenas unos cuantos plateados. Tampoco veía calvos”.
El tema le interesaba. “Mi pelo estaba feo, débil, para nada como cuando yo era chica”. Roxana considera que ello se debía a que el agua de Riberalta es “pesada y salada”. Pero la revelación la tuvo un día cualquiera hace más de cuatro años, cuando Pinto preguntó a una señora campesina el secreto de su bella melena. “Ella me dijo que se echaba aceite de almendras al pelo, como lo que hacía mamá conmigo de niña”.
Ese mismo año, su propia familia confirmó la efectividad del extracto natural. “Mi suegro tenía el pelo blanco como algodón. Pero, desde que comenzó a masajearse la cabeza con este aceite, su cabello se oscureció”, cuenta.
Sin embargo, Pinto reconoce que la experiencia no hubiera pasado de ser una anécdota si no se realizara una feria de productos naturales en su ciudad. Allí, Pinto conoció a una vecina que prepara champús artesanales.
En su casa de Riberalta, donde fabrica sus jabones, rodeada de los instrumentos de trabajo, Roxana recuerda con cariño a su maestra. “Como yo soy de esas que no pueden estar quietas ni un solo momento y si algo me llama la atención tengo que hacerlo, me acerqué a la señora y le pregunté si ella me podría enseñar cómo hacer un buen champú. Ella aceptó de mil amores y organizamos un cursito”.
En una única clase, la riberalteña y un grupo de conocidas suyas aprendieron los secretos del cosmético. Pero, pasaría al menos un año antes que sus productos salieran a la venta. “Ya tenía la receta básica, pero yo quería que fuera algo especial, por lo que pasé unos meses, no me acuerdo cuántos exactamente, experimentando con mi familia”.
Buscando la fórmula
Fueron varios meses de trabajo arduo y minucioso. La investigadora probó decenas de combinaciones con hierbas y frutos amazónicos. Sus conejillos de indias fueron sus familiares, amigos o quien fuera que se atreviese a aventurarse en su hogar.
Lo único que tenía claro era que quería que su fórmula tuviera castaña amazónica. Pero, todavía le faltaba ese algo “extra” que hiciera de su champú un ganador en el mercado. “Les lavaba el pelo a mis hermanos, hijos y a mi marido con la fórmula de la semana. Yo también utilizaba esas lociones. Lo que quería era conseguir un gel que sirviera para todo tipo de cabello y que lo dejara grueso, lindo, brillante y oscuro”, cuenta.
Fueron varios los fracasos hasta que, el 2006, consiguió la mezcla exacta entre la almendra y esencias de áloe y manzanilla. “Logramos cuatro botellitas de casi medio litro”, rememora. “Las vendimos a unos vecinos”. En pocos meses, esas cuatro se convirtieron en decenas, luego centenas y ahora llegan a tres millares. “Pasé de ofrecer mi champú a los vecinos a hacerlo en el mercado y ahora... ¡estoy en Santa Cruz!”, exclama dichosa al mostrar sus productos.
Actualmente, con la ayuda de cuatro ayudantes jóvenes de Riberalta, Roxana prepara un champú de castaña con manzanilla, otro con áloe vera y un acondicionador.
Sacudiendo su abundante melena, resultado de los experimentos con su champú actual, Roxana se niega a revelar la clave de su fórmula. “Si lo contara a los periodistas, no sería un secreto”, argumenta con una carcajada.
Lo único que suelta son algunos de los ingredientes básicos de su producto. Los champús están elaborados a base de leche de castaña —almendras licuadas con agua destilada—, agua de lluvia (preferentemente) y esencias vegetales. “Para la crema de enjuague utilizo el aceite de almendra”. Ambos productos tienen celulosa para espesarlos.
Tampoco oculta su deseo de expandir su negocio. Con el asesoramiento de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), Roxana está experimentando todavía más para crear jabones para cabellos específicos y sacar el taller de su cocina. “He tenido suerte. Ahora estoy viendo cómo mejorar mi trabajo y, si Dios quiere llegar a todo el país”, sueña.

Fuente : http://www.la-razon.com/versiones/20090816_006821/nota_277_861873.htm

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